miércoles, 28 de septiembre de 2011

TRIATLON: CRÓNICA DE UN FRACASO ANUNCIADO (Carlos Cansino)

Todo comenzó hace unos meses, cuando una amigo portugués (de ahora en adelante me referiré a él como Xavi) me dijo que se había apuntado a hacer un triatlón, que era una cosa que él desde siempre había querido hacer. Así lo hizo y lo terminó. Ni que decir tiene que se apuntó en su versión más corta, una versión para principiantes (300 metros de natación + 8 km. de ciclismo + 2 de carrera a pie).
El tiempo pasó y de repente, va y me dice el lunes pasado que me apunte con él a otro triatlón que se celebraría el pasado domingo día 18. En un principio le dije que no, que no tenía bicicleta siquiera y que prácticamente no sé nadar. Él me insistió y me tentó diciéndome que sólo costaba 7,5 Euros la inscripción, y que la última vez le regalaron una toalla, una camiseta, bocadillos y zumo. Además me prometió que si me apuntaba me proveería de una bicicleta. Fue una decisión muy difícil, y estuve debatiéndola en mi cabeza durante 30 segundos. Si la hubiera debatido más tiempo es obvio que no habría cedido, pero claro, con una toalla y unos bocadillos gratis, ¿quién se resiste?
Además, era la prueba más corta, como ya dije (300 m.+8km+2km), tenía que intentarlo.

Sea como sea el caso es que accedí y dos minutos después ya me había inscrito en la prueba vía Internet.

Xavi y yo quedamos dos días después para ir a entrenar (él lo llamaba entrenamiento, pero yo sabía que 4 días antes de la prueba aquello era más bien una “piedra de toque”). Fuimos a una playa justo en la desembocadura del Tajo, y aún no sé si me bañé en el río o en el océano. De cualquier modo, hacía un frío de mil pares de cojones. La cosa ya empezó a pintar mal. Me dijo que habíamos quedado en esa playa, porque en la que se realizaría la prueba estaba más metida en Lisboa y estaba más contaminada. MEEEEEEEEEEEEEEEEEC (sonido de bocina). Vaya, no había pensado en desarrollar una enfermedad de la piel. Una cosa es ir a acompañar a un amigo a un triatlón, y otra cosa es tener otra boca que alimentar, aunque sea una boca tóxica que me haya salido en la espalda.
El entrenamiento fue un poco decepcionante. El agua estaba congelada, y, no lo neguemos, bañarse con el agua fría es antinatural (al menos desde que se inventaron los calentadores y las piscinas cubiertas). Además pude comprobar lo que yo ya sabía, a saber, que no sabía nadar, que yo nunca había nadado más de 25 metros seguidos y que la prueba de natación, que era 12 veces más larga, se antojaba como una empresa complicada. Aún así pensé que iría, y que ya nadaría a braza, de espaldas o como fuera.
El fin de semana pintaba mal, a mi inoperancia natatoria había que añadir que hacía 17 años que no me montaba en una bicicleta. Fue por eso por lo que pedí a Xavi si podíamos salir a dar una pequeña vuelta, relajada el sábado. La verdad es que la prueba ciclista no me preocupaba, porque lo peor que podía pasar es que fuera paseando.

La cosa se puso un poco más cruda aún. No pudimos quedar el sábado para dar una vuelta ciclista, pero quedamos por la noche para tomarnos unas cervezas rápidas y levantarnos temprano para la prueba. Maaaaaaaaaalllll se ponía la cosa cuando finalmente Xavi apareció a las 2 de la mañana. Obviamente para esa hora yo ya estaba borracho como una perra. En fin, que entre pitos y flautas, hasta las 3 no nos acostamos.
A las ocho de la mañana, y tras el desayudo habitual y las visitas al cuarto de baño para [parte del mensaje censurada] del tamaño de [parte del mensaje censurada], cogimos la bicicleta camino de la salida del triatlón.
Malllll una vez más. Si no has cogido una bicicleta en 17 años y vas a hacer una prueba de 8 km no es aconsejable hacer la misma distancia una hora antes. Debo reconocer que llegué a la salida bastante fundido, pero aun así no me preocupaba eso, porque la carrera era en llano, y no como el camino que acabábamos de hacer, con subidas y bajadas.

Cuando por fin llegamos allí, nos dirigimos a recoger el dorsal, el chip, y colocamos la bicicleta en la zona de transición. Empecé a ponerme nervioso. Miraba constantemente la boyas, allí, tan amarillas y tan solas y alejadas las unas de las otras, a unos cien metros cada una. También miraba a mi alrededor, buscando viejos, buscando gordos o tullidos, alguien que pudiera hacer la prueba peor que yo, porque, amigos, en aquel momento yo no sólo no quería ser el último de la carrera sino que tampoco quería ser el único que se retirara de ser necesario. Nada, todo el mundo que vi tenía aspecto atlético. Luego, por fin vi a un viejo, pero esto me desanimó, porque pensé que si se había apuntado era porque se sabía capaz de hacerlo y eso me asustó.

Cuando estaba ya por fin en la playa, entré para mojarme. La verdad es que estaba tan nervioso que aunque fría, y con más mierda que la tomiza de una yueca, el agua no me pareció un problema. La gente calentaba nadando arriba y abajo, pero yo preferí guardar fuerzas, por motivos evidentes.

Para la salida me coloque detrás de todos, no quería “esfaratar” la carrera de nadie. Meeeeeeec, sonó la bocina y todo comenzó. No sé si era por la radioactividad del agua, pero no sentía frío, solamente sentía que debía llegar a la primera boya. También sentía un tío, aun más retrasado que yo, tratando de nadar por encima de mí. También notaba como mis pupilas golpeaban contra los cristales-pláticos de las gafas de natación (nota: no comprar las gafas más baratas, comprar unas mejores, con más profundidad). A los 50 metros me estorbaban las gafas, o más bien me sobraban, así que me las puse al cuello, y pude observar que yo no era el último, lo que me motivó profundamente.

Estaba a unos 30 metros de la primera boya y decidí que era el momento de descansar y nadar a braza. Tranquilamente me fui acercando a ella pero cuanto la tuve a tiro de mis dedos y casi la toqué ésta pareció alejarse unos metros. Lo intenté de nuevo pero cada vez parecía más lejos. Desde un lado pude escuchar a un árbitro pidiéndonos, a mí y al resto que aún seguíamos allí, cuatro tristes gatos, que nos olvidáramos de la boya, y que ya podíamos girar. Maldita sea, para una vez que me presento a un evento de estos y se escapa la boya. Creo que nadé unos 20 metros más de lo que debería haber nadado por culpa de este fallo logístico.

El caso es que giré y me puse como meta la segunda boya. Decidí que era el momento de pasar a nadar de espaldas y poder descansar. Me sentí confiado al verme cómodo y además ver como adelantaba a algunos nadadores. Ahí tuve conciencia de que había gente con peor técnica natatoria que la mía.

Llegué con sorprendente facilidad a la segunda boya y la rodeé. Miré la meta y me sentí genial. Viendo el buen resultado que me había dado la natación de espaldas opté por continuar así. Nadé y nadé, y sólo para confirmar que andaba en la ruta correcta me giré. “vaya- pensé- parece que me he desviado un poco” y tras corregir mi rumbo unos 30 grados a estribor continué mi marcha. Unos metros después me giré y vi que seguía desviado con una sospechosa pérdida de distancia con respecto a la meta. Para asegurarme de que todo andaba bien, comencé a nadar a croll y vi que no avanzaba. Estaba cansado y además la corriente (maldita corriente) me alejaba de la meta. Lo volví a intentar una vez más, pero ya había nadado más de lo que nunca había hecho (juntando todas las veces) y ya estaba exhausto, sólo con la fuerza justa para no ahogarme.
No pude más y levanté la mano y pedí al barco escoba que me recogiera. Para mi sorpresa (y alegría) no era yo el único. Ohhhhhhhhhhhhhhhh. ¿Qué esperabais llamándose esta anécdota “crónica de un fracaso anunciado”? 

Desde la Zodiac pude ver los esfuerzos de gente más bizarra que yo, o quizá sólo más inconscientes. Por más que nadaban no avanzaban, e incluso retrocedían. Yo mismo pude comprobar cuán fuerte era la corriente (al menos fuerte para mí) pues cuando pedí que me recogieran en la barca estaba cerca de la bandera (NOTA: “la bandera” es un punto de referencia que tomé) y cuando por fin subí vi que estábamos al menos 10 o 20 metros más atrás.

Tras recoger a unas cuantas almas cándidas más y sin nadie en el agua, al menos flotando, por fin nos llevaron a tierra.
Nos dijeron que podíamos continuar la prueba si queríamos, aunque ya no contaría en la clasificación pues estábamos descalificados. Yo no lo hice, ya no tenía sentido. Hacer 8 km de bici no era una odisea para mí, ya lo había hecho por la mañana antes de llegar, y correr 2 km tampoco. De modo que desistí de continuar.

Esperé en la zona de transición, me calcé las zapatillas, y me cambié la camiseta, y esperé a que Xavi pasara. Este llegó con la lengua fuera, y me pidió que lo acompañara en la carrera a pie. Así lo hice, pues necesitaba mi apoyo. La prueba anterior (y única) que él había hecho, había tenido que caminar de vez en cuando, y quería en esta ocasión hacerla del tirón, de modo que me uní a él y le marqué un ritmo suave, a la par que le daba ánimos y consejos. Fui su liebre, aunque por el ritmo que llevábamos fui más bien su koala.

Xavi consiguió terminar la prueba, consiguió un registro de 50 minutos más o menos y además consiguió no ser el último.

Yo, que debería estar decepcionado, lejos de eso, casi me sentí bien, pues vi que había nadado mucho más de lo que jamás había pensado, y que de no ser por la corriente habría podido conseguirlo.

Bueno, sea como sea, el próximo domingo es la Media Maratona de Portugal (con salida desde el Puente Vasco da Gama) y pienso desquitarme.

Lisboa. 2011. Ed. Circulo de Leitoes. 

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