miércoles, 28 de septiembre de 2011

MEIA MARATONA DE PORTUGAL o Las aventuras y desventuras del joven, no tan joven, que se pegó una panzá de correr para llegar al mismo sitio. (Juan María de Tormes)




PRÓLOGO

Está claro, que la cultura greco-latina es a la par que admirable, una de las más cutres que hay.
No estoy hablando de Homero, Plinio (“el Viejo” claro, “el joven” era un comemierdas), de Ovidio, ni Julio César, no, estoy hablando de miles de años después, de la impronta que esa cultura mediterránea ha dejado en la actitud que tenemos ante la vida tanto griegos, italianos, españoles como portugueses.
Aún no sabéis a qué me refiero, lo sé. Ahora lo vais a comprender.

CAPÍTULO I
Dónde se presenta la historia y se hacen algunas valoraciones subjetivas.

¿Recordáis a Xavi? Pues me dijo que me acompañaría en los primeros quilómetros de la media maratón haciendo la prueba en su versión mini, de sólo 6 km. Para correr este tipo de carreras, lo normal es apuntarse, pagar un cantidad razonable (en esta ocasión fueron 13 euros) y recibir, esta vez sí, no como los chungos del triatlón, que no dieron nada, una bolsa con una camiseta técnica Adidas, un par de revistas especializadas, un parasol para el coche, una riñonera fea, como no podía se de otro modo, pero riñonera y folletos varios.
Pues bien, Xavi entendió que era demasiado dinero a pagar sólo por correr (de eso no lo culpo) y decidió que correría sin dorsal. El problema llegó cuando le dije que la salida era desde la mitad del puente Vasco da Gama y que el acceso allí se hacía únicamente en autobuses urbanos destinados a tal efecto, para lo que era obligatoria la presentación del dorsal. Un alemán, un austríaco o un belga lo habría tenido claro "pago y voy", pero claro, un griego, un italiano, un español o un portugués ¿qué es lo primero que piensa? Efectivamente, me pidió que escanera mi dorsal y que se lo enviara, que él ya lo retocaría y lo imprimiría.

Yo no estaba muy cómodo con la cutrez de su idea, pero bueno, no me afectaba.

Otra cosa buena que tienen los portugueses es su relación con el mundo anglosajón. Además de su amor a incorporar palabras inglesas a su vocabulario tales como “doca”, en lugar de “muelle”, o “envelope”, en lugar de “sobre escrito” palabra mucho más bonita para referirse al “sobre”, incorporan también su manera de iniciar la semana, pues al igual que nuestros amigos británicos, la comienzan descansando el domingo, y continúan con el lunes, de ahí que se refieran a él como “segunda feira”.
El caso es que, además de todo esto y como ya he podido comprobar, han tomado prestado de Las Islas, su marcado carácter puntual. Así se explica, por tanto, lo que aconteció el domingo de la carrera por la mañana

CAPÍTULO II
Dónde se narran los hechos de lo que aconteció el domingo a primera hora de la mañana y el traslado hasta el inicio de la carrera.

Había quedado con Xavi a las 7:45 con la sana intención de desplazarme en metro hasta el lugar desde dónde partían los autobuses. Lo amenacé diciendo que si a esa hora no estaba me iría. No fue necesario, porque Xavi, haciendo gala de una enorme puntualidad, a las 7:45 en punto, ni un minuto más ni un minuto menos, me llamó por teléfono para decirme que tardaría 10 minutos más. No sé por qué lo hice, supongo que porque ando escaso de amigos varones aquí en Lisboa, pero aunque me enfadé no me fui y lo esperé.

Efectivamente, y tal y como había prometido, tardó solamente 10 minutos más en volver a llamarme para retrasarse ahora solamente 5 o 10 minutos.
Finalmente apareció haciendo rally con el coche (cosa que por cierto aquí en Portugal no desentona en absoluto).

Cuando llegamos a la Estación de Oriente, desde donde partían los transportes, vimos que había un control férreo para entrar en los autobuses que llevaban a la gente hasta el punto de partida en el puente. Yo no estaba preocupado por mi dorsal, obviamente, y tampoco por el de Xavi, pues como bien dice el dicho “con su pan se lo coma” (para bien o para mal) y fue así como casi a punto de entrar en el autobús descubrieron su pícara triquiñuela. Yo, de haberme visto en tal trance (Dios me libre) me habría avergonzado y agachado la cabeza, pero él, lejos de eso, increpó a la señorita que había descubierto el ardid arguyendo que su única intención era acompañarme y que debería dejarlo pasar. Desde luego, quedó profundamente ofendido.

Quedó así la cosa y yo partí hacia la salida. Él quedó en tierra.

CAPÍTULO III
Dónde vemos lo que pasó desde mi despedida de Xavi hasta mi reencuentro con él tres horas después.

El autobús tardó media hora en llegar al puente, atravesarlo y, ya de vuelta, dejar a los corredores en la mitad de éste, desde donde aún nos quedaba una caminata de 15 minutos. Debo decir que fue un camino agradable, mirando el Tajo desde el puente pudiendo observar los humedales que quedan a la orilla, e incluso divisando pulpos desde la altura, y bajo el sol, arrepintiéndome de no haber cogido la gorra de Vodafone que regalaban a la entrada del autobús.
Por cierto, también me llamó Xavi diciéndome que iba a su casa a coger la bicicleta, y que cuando llegara a “Terreiro do Paço”, que es dónde la carrera daba la vuelta, lo avisara por teléfono, que me acompañaría el resto del trayecto en bici.
Una vez llegado, habiendo caminado entre la gente, que ya se agolpaba en la salida, llegó uno de los momentos más divertidos del día que os paso a relatar.

CAPÍTULO IV
En dónde cuenta el momento más divertido de cuanto sucedió aquel día.

Estuve esperando allí de pie, con el sol en mi cogote, una hora y cuarenta minutos hasta que se dio la salida.

CAPÍTULO V
Dónde prosigue la narración hasta el reencuentro con Xavi.

Una vez se dio la salida, como suele ocurrir, comenzó la carrera. Correr es un acto extraño, pues algunos lo hacen para huir, pero algunos gilipollas lo hacen por gusto. Mi caso es aún peor, pues no le encuentro el gusto y además no estoy huyendo de nada, y si alguien me pregunta que por qué lo hago entonces, que antes de preguntármelo se haga esta pregunta: ¿realmente son los neutrinos más rápidos que la luz?. ¿A qué no sabéis la respuesta con certeza?, pues eso mismo me pasa a mí.

El caso es que allí estaba corriendo, junto a 16 mil personas más y me preguntaba si podría resistir todo el camino, o si debería haber soltado más lastre por la mañana cuando fui al servicio. Y con esta dinámica de preguntas que sólo se responden con el tiempo, fue avanzando la carrera hasta llegar al quilómetro 4 donde parte de los corredores (los participantes en la mini-maratona de 6 km.) se desviaban.
Tras esto la carrera avanzaba más tranquila, con más silencio, roto en múltiples ocasiones por conjuntos musicales, colocados a lo largo del camino, tocando piezas clásicas de rock y soul.

Hacía un calor de justicia, aunque ya que hablamos de justicia, deberíamos decir, para ser justos, que hacía un calor de justicia, aunque para ser justos, eso ya lo había dicho antes, y es por esto que me hice un totico en la cabeza (como podéis observar en las fotos), para tratar de aliviar el calor que me producía el cabezón de pelos. Llegando al quilómetro 12, amén de un toto, llevaba también un buen ritmo teniendo en cuenta mis aspiraciones, y a pesar de no haberme entrenado tan bien como la vez anterior, me encontraba fresco. Acababa de pasar el ecuador de la prueba cuando me dirigía a dar un toque al teléfono de Xavi, pero no hizo falta, porque alzando la vista lo pude divisar. Xavi me esperaba, con su bicicleta, su mochila con zumo, su chocolate, su cámara de fotos y su sempiterna sonrisa.
  
                                                 

CAPÍTULO VI
De cómo mienten los anuncios y lo cuesta arriba que se hacen las cuestas arriba.

Xavi me acompañaba en bicicleta, y yo corría a su lado, refrescándome en los puntos de avituallamiento, tanto para hidratarme como mara mitigar el calor reinante en aquella maldita mañana de domingo.
Y de pronto, en el km 14 llegó una pequeña subida. Sí, era la misma subida que había hecho 5 km atrás, sólo que ahora era en sentido contrario, y con 5 km más en las piernas. Y fue entonces cuando pensé en el márketing, en la publicidad y en la frase “supérate a ti mismo” y decidí que era otra manera de decir “a dónde vas, cacho gilipollas, ¿no estarías mejor en tu casa tocándote los huevos?” . Luego, cuando llegó la bajada, y la sangre volvió a mi cerebro, me di cuenta de que no sería muy comercial: “NIKE, a dónde vas cacho gilipollas...”

Xavi me hablaba y me hablaba y yo, a partir del km 15, ya sólo comprendía la mitad de lo que decía pues además de que habla en portugués y muy rápido apenas le prestaba atención. Me ofreció zumo, Isostar y chocolate, pero yo siempre lo rechazaba. No quería añadir a mis síntomas, además de una cada vez mayor falta de fuerzas, también retortijones o angustia.
Y allí seguí, siendo filmado por su cámara de fotos, y animándome unas veces, otras pidiéndome que corriera más lento (tan mala cara me vería el pobre) pero sin saber que si corría más lento debería caminar y luego sería imposible reanudar la marcha.

Y llegando por fin al km 19 llegó el ultimo repecho. En realidad, más que repecho aquello era … una mierda, vamos, que aquello ni era repecho ni ná de ná, fueron 50 m. pero que a mí se me atragantaron como si fuera el Tourmalet.

CAPÍTULO VII
De la estupidez humana y de los prejuicios.

Quiero hablar aquí de la estupidez humana, si es que no ha quedado ya clara en lo que llevo de relato a la vista de lo visto, pero el caso es que debo reconocer que había gente aun más gilipollas que yo. No me refiero a los que hicieron la carrera en su versión “silla de ruedas” pues bastante tienen ya con lo que tienen. Me refiero a la gente que fui adelantando en algunas ocasiones. Y es que resulta que vas corriendo, o más bien arrastrándote, y ves como hay gente que se ha rendido y ha comenzado a caminar. Lo sorprendente es ver cómo a los pocos segundos eres adelantado por ese mimo personaje, que no contento con volver a correr, lo cual ya es dudoso que sea digno de alabanza, comienza a hacerlo con un ritmo endiablado, y claro, metros más adelante, rendidos, vuelven a caminar. Vamos a ver, si vas a correr 21 km, lo más lógico, digo yo, es correr lentico y lentico hasta que llegas ¿no? Pero eso de correr como si no hubiera Dios, parar, volver a correr como si no hubiera Dios, ¿qué puta táctica de carrera es esa?

A la sazón de estos corredores con un extraño sentido de la dosificación, hay un grupo que podríamos englobar dentro de los que yo doy en llamar desmoralizadores. Este grupo está compuesto por esas personas que las ves al inicio de la carrera y dices “mira ese gordo, dónde coño cree que irá” o “cuidado con la vieja, mírala, que se apunta a un bombardeo”, y luego ves como poco a poco empiezan a adelantarte. En realidad con estas características no hay muchos que te adelanten porque la mayoría de ellos ya te dejaron atrás 10 km antes, pero siempre hay alguno que salió más tarde que tú y te acaba dando una pasada, mientras tú, con la vista un poco nublada ya por la falta de glucosa, ves como se alejan sus carnes trémulas y sus culos gordos, sus rollizos brazos, y todo lo que quieras, pero te dejan atrás.

CAPÍTULO VIII
Dónde se cuenta mi llegada y alguna breve reflexión sobre mi tiempo en meta.

Los últimos metros no diré que son los más largos, porque no, más bien al contrario, tu alegría es mayúscula, y en mi caso, mi clarividencia se acentúa, hasta tal punto que recordé quitarme el toto de la cabeza, ese que me hiciera 14 kilómetros atrás, con la sana intención de quedar bien en las fotos y vídeos que se hacen de la llegada de los participantes a meta. Así es, amigos, corro 21 km y en vez de querer localizar la ambulancia más cercana, pensaba en qué perfil debía dar a cámara. Y lo peor es que seguro que el tontopollas que iba delante de mí me ha tapado y luego casi ni se me verá. Pero bueno, cuando salgan las imágenes ya os lo diré, que eso será otra historia y debe ser contada en otro momento.

Llegué finalmente a meta, y lo hice sin caminar ni un solo metro, de otro modo no habría tenido enjundia ni fuste. Mi tiempo oficial 2:07:44, mi tiempo real 2:06: 48. Hice 3 minutos y medio más que mi primera y, hasta ese momento, única carrera de estas características, pero aun así estoy contento, pues si bien es verdad que en ésta no tuve problemas en el comienzo con nadie que me retrasara, como sí pasó en marzo, esta vez no entrené tanto, pues el verano es malo para entrenar largas distancias, y además hizo un calor del carajo, lo que sin duda hizo que me cansara mucho más que la vez anterior.

EPÍLOGO

Después me tomé unas cervezas que me sentaron como hacía tiempo no me sentaba una cerveza (tranquila mamá, que he leído que la cerveza es buena para recuperarse de estas lides)

Debo agradecer a Xavi su interés en apoyarme, pues gracias a él tengo testimonio gráfico de mi carrera, tanto con fotos (como de hecho os adjunto alguna) como vídeos, que no adjunto porque bastante aburrido es ya leer un relato sobre una carrera como para encima verlo.

Quiero también advertir que Xavi es un buen amigo y compañero, aunque trate aquí de usar su figura con fines cómico-literarios, si bien no creo haber alcanzado ningún de ellos.

Y sin más me despido, pidiendo disculpas y dando las gracias a todos cuantos hayáis leído el relato completo prometiendo no volver a escribir tocho semejante en mucho tiempo.
 Lisboa. 2011. Ed. Desportos, Atos e Aramis. Col. As Corridas de Mar a Tones. 

TRIATLON: CRÓNICA DE UN FRACASO ANUNCIADO (Carlos Cansino)

Todo comenzó hace unos meses, cuando una amigo portugués (de ahora en adelante me referiré a él como Xavi) me dijo que se había apuntado a hacer un triatlón, que era una cosa que él desde siempre había querido hacer. Así lo hizo y lo terminó. Ni que decir tiene que se apuntó en su versión más corta, una versión para principiantes (300 metros de natación + 8 km. de ciclismo + 2 de carrera a pie).
El tiempo pasó y de repente, va y me dice el lunes pasado que me apunte con él a otro triatlón que se celebraría el pasado domingo día 18. En un principio le dije que no, que no tenía bicicleta siquiera y que prácticamente no sé nadar. Él me insistió y me tentó diciéndome que sólo costaba 7,5 Euros la inscripción, y que la última vez le regalaron una toalla, una camiseta, bocadillos y zumo. Además me prometió que si me apuntaba me proveería de una bicicleta. Fue una decisión muy difícil, y estuve debatiéndola en mi cabeza durante 30 segundos. Si la hubiera debatido más tiempo es obvio que no habría cedido, pero claro, con una toalla y unos bocadillos gratis, ¿quién se resiste?
Además, era la prueba más corta, como ya dije (300 m.+8km+2km), tenía que intentarlo.

Sea como sea el caso es que accedí y dos minutos después ya me había inscrito en la prueba vía Internet.

Xavi y yo quedamos dos días después para ir a entrenar (él lo llamaba entrenamiento, pero yo sabía que 4 días antes de la prueba aquello era más bien una “piedra de toque”). Fuimos a una playa justo en la desembocadura del Tajo, y aún no sé si me bañé en el río o en el océano. De cualquier modo, hacía un frío de mil pares de cojones. La cosa ya empezó a pintar mal. Me dijo que habíamos quedado en esa playa, porque en la que se realizaría la prueba estaba más metida en Lisboa y estaba más contaminada. MEEEEEEEEEEEEEEEEEC (sonido de bocina). Vaya, no había pensado en desarrollar una enfermedad de la piel. Una cosa es ir a acompañar a un amigo a un triatlón, y otra cosa es tener otra boca que alimentar, aunque sea una boca tóxica que me haya salido en la espalda.
El entrenamiento fue un poco decepcionante. El agua estaba congelada, y, no lo neguemos, bañarse con el agua fría es antinatural (al menos desde que se inventaron los calentadores y las piscinas cubiertas). Además pude comprobar lo que yo ya sabía, a saber, que no sabía nadar, que yo nunca había nadado más de 25 metros seguidos y que la prueba de natación, que era 12 veces más larga, se antojaba como una empresa complicada. Aún así pensé que iría, y que ya nadaría a braza, de espaldas o como fuera.
El fin de semana pintaba mal, a mi inoperancia natatoria había que añadir que hacía 17 años que no me montaba en una bicicleta. Fue por eso por lo que pedí a Xavi si podíamos salir a dar una pequeña vuelta, relajada el sábado. La verdad es que la prueba ciclista no me preocupaba, porque lo peor que podía pasar es que fuera paseando.

La cosa se puso un poco más cruda aún. No pudimos quedar el sábado para dar una vuelta ciclista, pero quedamos por la noche para tomarnos unas cervezas rápidas y levantarnos temprano para la prueba. Maaaaaaaaaalllll se ponía la cosa cuando finalmente Xavi apareció a las 2 de la mañana. Obviamente para esa hora yo ya estaba borracho como una perra. En fin, que entre pitos y flautas, hasta las 3 no nos acostamos.
A las ocho de la mañana, y tras el desayudo habitual y las visitas al cuarto de baño para [parte del mensaje censurada] del tamaño de [parte del mensaje censurada], cogimos la bicicleta camino de la salida del triatlón.
Malllll una vez más. Si no has cogido una bicicleta en 17 años y vas a hacer una prueba de 8 km no es aconsejable hacer la misma distancia una hora antes. Debo reconocer que llegué a la salida bastante fundido, pero aun así no me preocupaba eso, porque la carrera era en llano, y no como el camino que acabábamos de hacer, con subidas y bajadas.

Cuando por fin llegamos allí, nos dirigimos a recoger el dorsal, el chip, y colocamos la bicicleta en la zona de transición. Empecé a ponerme nervioso. Miraba constantemente la boyas, allí, tan amarillas y tan solas y alejadas las unas de las otras, a unos cien metros cada una. También miraba a mi alrededor, buscando viejos, buscando gordos o tullidos, alguien que pudiera hacer la prueba peor que yo, porque, amigos, en aquel momento yo no sólo no quería ser el último de la carrera sino que tampoco quería ser el único que se retirara de ser necesario. Nada, todo el mundo que vi tenía aspecto atlético. Luego, por fin vi a un viejo, pero esto me desanimó, porque pensé que si se había apuntado era porque se sabía capaz de hacerlo y eso me asustó.

Cuando estaba ya por fin en la playa, entré para mojarme. La verdad es que estaba tan nervioso que aunque fría, y con más mierda que la tomiza de una yueca, el agua no me pareció un problema. La gente calentaba nadando arriba y abajo, pero yo preferí guardar fuerzas, por motivos evidentes.

Para la salida me coloque detrás de todos, no quería “esfaratar” la carrera de nadie. Meeeeeeec, sonó la bocina y todo comenzó. No sé si era por la radioactividad del agua, pero no sentía frío, solamente sentía que debía llegar a la primera boya. También sentía un tío, aun más retrasado que yo, tratando de nadar por encima de mí. También notaba como mis pupilas golpeaban contra los cristales-pláticos de las gafas de natación (nota: no comprar las gafas más baratas, comprar unas mejores, con más profundidad). A los 50 metros me estorbaban las gafas, o más bien me sobraban, así que me las puse al cuello, y pude observar que yo no era el último, lo que me motivó profundamente.

Estaba a unos 30 metros de la primera boya y decidí que era el momento de descansar y nadar a braza. Tranquilamente me fui acercando a ella pero cuanto la tuve a tiro de mis dedos y casi la toqué ésta pareció alejarse unos metros. Lo intenté de nuevo pero cada vez parecía más lejos. Desde un lado pude escuchar a un árbitro pidiéndonos, a mí y al resto que aún seguíamos allí, cuatro tristes gatos, que nos olvidáramos de la boya, y que ya podíamos girar. Maldita sea, para una vez que me presento a un evento de estos y se escapa la boya. Creo que nadé unos 20 metros más de lo que debería haber nadado por culpa de este fallo logístico.

El caso es que giré y me puse como meta la segunda boya. Decidí que era el momento de pasar a nadar de espaldas y poder descansar. Me sentí confiado al verme cómodo y además ver como adelantaba a algunos nadadores. Ahí tuve conciencia de que había gente con peor técnica natatoria que la mía.

Llegué con sorprendente facilidad a la segunda boya y la rodeé. Miré la meta y me sentí genial. Viendo el buen resultado que me había dado la natación de espaldas opté por continuar así. Nadé y nadé, y sólo para confirmar que andaba en la ruta correcta me giré. “vaya- pensé- parece que me he desviado un poco” y tras corregir mi rumbo unos 30 grados a estribor continué mi marcha. Unos metros después me giré y vi que seguía desviado con una sospechosa pérdida de distancia con respecto a la meta. Para asegurarme de que todo andaba bien, comencé a nadar a croll y vi que no avanzaba. Estaba cansado y además la corriente (maldita corriente) me alejaba de la meta. Lo volví a intentar una vez más, pero ya había nadado más de lo que nunca había hecho (juntando todas las veces) y ya estaba exhausto, sólo con la fuerza justa para no ahogarme.
No pude más y levanté la mano y pedí al barco escoba que me recogiera. Para mi sorpresa (y alegría) no era yo el único. Ohhhhhhhhhhhhhhhh. ¿Qué esperabais llamándose esta anécdota “crónica de un fracaso anunciado”? 

Desde la Zodiac pude ver los esfuerzos de gente más bizarra que yo, o quizá sólo más inconscientes. Por más que nadaban no avanzaban, e incluso retrocedían. Yo mismo pude comprobar cuán fuerte era la corriente (al menos fuerte para mí) pues cuando pedí que me recogieran en la barca estaba cerca de la bandera (NOTA: “la bandera” es un punto de referencia que tomé) y cuando por fin subí vi que estábamos al menos 10 o 20 metros más atrás.

Tras recoger a unas cuantas almas cándidas más y sin nadie en el agua, al menos flotando, por fin nos llevaron a tierra.
Nos dijeron que podíamos continuar la prueba si queríamos, aunque ya no contaría en la clasificación pues estábamos descalificados. Yo no lo hice, ya no tenía sentido. Hacer 8 km de bici no era una odisea para mí, ya lo había hecho por la mañana antes de llegar, y correr 2 km tampoco. De modo que desistí de continuar.

Esperé en la zona de transición, me calcé las zapatillas, y me cambié la camiseta, y esperé a que Xavi pasara. Este llegó con la lengua fuera, y me pidió que lo acompañara en la carrera a pie. Así lo hice, pues necesitaba mi apoyo. La prueba anterior (y única) que él había hecho, había tenido que caminar de vez en cuando, y quería en esta ocasión hacerla del tirón, de modo que me uní a él y le marqué un ritmo suave, a la par que le daba ánimos y consejos. Fui su liebre, aunque por el ritmo que llevábamos fui más bien su koala.

Xavi consiguió terminar la prueba, consiguió un registro de 50 minutos más o menos y además consiguió no ser el último.

Yo, que debería estar decepcionado, lejos de eso, casi me sentí bien, pues vi que había nadado mucho más de lo que jamás había pensado, y que de no ser por la corriente habría podido conseguirlo.

Bueno, sea como sea, el próximo domingo es la Media Maratona de Portugal (con salida desde el Puente Vasco da Gama) y pienso desquitarme.

Lisboa. 2011. Ed. Circulo de Leitoes.