domingo, 15 de abril de 2012

COMO GHOST: TIENE DE TODO, TIENE DRAMA, TIENE ACCIÓN, TIENE AMOR (Paulino Ingan Parrizas)

Yo me llamo Paulino y en el colegio siempre me voy solo. Los recreos los paso sentado en la puerta por donde subimos a clase y así cuando toca el timbre soy el primero de la fila. Algunas veces se me olvida el bocadillo en clase y me da mucha rabia porque me suena la barriga y paso hambre, pero ¡cualquiera deja la fila para ir a por él! sí hombre, para que me quiten el sitio. No entiendo por que mis compañeros de clase se pasan todo el rato corriendo, gritando, jugando al pilla-pilla niños contra niñas mientras el tiempo pasa inexorablemente (nota: el personaje es un niño y nunca utilizaría la palabra “inexorablemente” de modo que debería cambiarla). Mis compañeros son tontos, no se dan cuenta de que cada minuto de recreo que pasa los aleja más en la fila para volver a clase, pobrecillos - pienso - jamás serán los primeros en subir. Cuando toca el timbre yo ya estoy en la fila (nota: la palabra “fila” la he utilizado mucho, buscar un sinónimo, o mejor aún, suprime la frase, es bastante fea), y mientras el resto de compañeros de mi curso buscan posiciones, yo, con la cabeza bien alta , miro al frente orgulloso un recreo más.
Mi vida en general es feliz. Mis padres me quieren mucho. Somos una familia humilde pero muy unida, a pesar de que no tenemos mucho dinero. Mi padre se dedica a la albañilería, no porque le guste sino porque desde pequeño mi abuelo lo había puesto a cargar cascajo y algo se le ha quedado (nota: “cascajo” no es una palabra muy literaria, aunque da igual porque el relato tampoco lo es). Él siempre dice: “algo de albañil tengo, digamos”. Pues eso, que trabaja en la obra. La verdad es que no lo veo mucho, porque cuando termina se va con sus a amigos a tomarse algo y viene tarde. Yo quiero mucho a mi padre. Bueno, a mi madre también la quiero mucho. Mi madre se dedica a yonqui. Yo no se muy bien en que consiste ese trabajo pero parece que tampoco tiene que ser muy bueno. Mi padre está muy fuerte de trabajar en la obra, que es un trabajo muy duro, pero mi madre está muy delgada y tiene moratones, no se cómo será donde trabaja.
Mis padres se quieren mucho y constantemente se están dando besos y achuchones. Recuerdo una vez que papá achuchó a mamá y ella se cayó contra la puerta del salón, y el cristal se rompió todo, por suerte mi madre no se cortó mucho. Todavía me acuerdo, mi madre allí sentada con sangre en los brazos riéndose con la cara entre las manos mientras papá le pegaba patadas con las botas del trabajo y ella seguía riendo mientras yo la abrazaba. A mí a veces también me pega así, o me escupe, o me da en la cara con los nudillos, aunque a mí no me hace tanta gracias como a mi madre. Nos queremos mucho en mi familia.

15 años después
Menudas cosas escribía cuando era chico. Que visión de la vida tenía. Aquellos años se difuminan en mi memoria y se pierden como lágrimas en la lluvia (recordatorio: volver a ver Blade Runner y luego no ver tantas películas). No recuerdo haber escrito esto pero a medida que iba leyendo los recuerdos afloraban. Ahora sí sé a que se dedicaba mi madre, ya sé a que se refería mi padre cuando la llamaba “yonqui de mierda”. Ahora entiendo por qué mi padre pateaba a mi madre y que mi madre quizá no riera con la cara entre las manos. Creo que aquellas escenas no eran tan felices como pretendía vislumbrar en el papel cuando lo escribí, ya se encargaba mi madre de que no lo fueran, siempre gritando, siempre regañando “que si esto que si lo otro”, que si “te has gastado la mitad del sueldo en vino”, que si “niño, estudia que no seas como tu padre”. Es cierto que mi padre pegaba a mi madre, pero que yo recuerde siempre que lo hizo fue con razón. Mi padre nos quería mucho y nunca nos hubiera pegado si no nos lo hubiéramos merecido.
Un día mi padre se cayó de un andamio desde un cuarto piso. Estuvo dos semanas en coma hasta que murió. La zorra de mi madre se alegró mucho y yo la odié por eso. Con todo lo que mi padre se había esforzado por nosotros y al final no consiguió del todo meter a mi madre por vereda. El día que mi padre finó lo recuerdo como uno de los días más tristes de mi vida, casi tanto como cuando me dijeron que no podía hacer la mili porque era tonto. Pero lo superé (lo de mi padre, lo de la mili aún me duele).
15 minutos después
No sé por qué escribo esto, porque a mí el pasado no me interesa nada. A mí lo que en realidad me gusta es ir al karaoke.
15 días después
La semana pasada me pasó algo que me atormenta. Salí el miércoles con mis colegas y fuimos como cada semana al karaoke. Ellos querían ir directos a uno que se llama “Eurovisón Triunfo” que abre antes, pero a mí me parece un mierda porque siempre está vacío. Ellos lo prefieren por que se puede cantar más pero como yo les digo “para cantar entre nosotros nos vamos a mi casa”, que para eso tengo un equipo con función karaoke. Al final los convencí y tras unas copas para hacer hora fuimos al “Chirimiri de Estrellas”, que además renueva a menudo los discos y los tiene muy bien ordenados por interpretes.
Ya llevaba media hora abierto cuando llegamos. Había bastante gente para ser miércoles aunque no es de extrañar que se llene, incluso entre semana, con toda la cantidad de discos de Operación Triunfo que tienen. Entramos y al tiempo que buscábamos la barra yo fui observando al público. A la derecha un grupo del Imserso, en la barra un par de parejas y detrás a la izquierda una despedida de soltera, con su muñeco, sus pelucas y todo. Llegué a la barra, pedí el libro de canciones para hacerme el interesante, ¡como si no supiera qué iba a cantar!, luego pedí papel y bolígrafo para apuntar los temas, y por último las bebidas: cuatro Coca-Colas (nota: preguntar si se puede hacer publicidad, en caso negativo pedir cuatro Fantas negras). Cogimos los vasos y nos fuimos al rincón cerca de las tías de la despedida. Una vez allí Txumari abrió la petaca y terminó de rellenar las copas.
Lo malo de ir a un sitio con mucha gente es que tardas más en cantar y entre canción y canción pasa mucho rato, quizá en eso tengan razón mis amigos y sea mejor el “Eurovisón Triunfo” pero la sensación de cantar delante de más gente que únicamente tus colegas compensa con mucho la espera.
Yo fui el primero en apuntar mi canción, así que el micrófono me llegó relativamente pronto. Comencé.
Era feliz en su matrimonio, aunque su marido era el mismo demonio
tenía el hombre un poco de mal genio, ella se quejaba de que nunca fue tierno...
Quién le escribía flores, dime quien era...”
(Nota: esta canción parece tener relación con su infancia, quizá debería cambiarla por “Un Velero Llamado Libertad” de José Luis Perales)


Mientras canto me concentro mucho pero como me sé las letras de memoria me gusta mirar al público. De reojo vi que todos el mundo estaba pendiente de mí. Hasta los del Imserso se habían girado para observarme. Aquello no era más que el comienzo, si con esta actuación estaban disfrutando ya verían luego.
Cuando terminé todos aplaudieron y yo agradecí el gesto con una leve inclinación de cabeza, orgulloso de mi actuación y consciente de mi gran voz. Incluso oí decir a una vieja “tiene tablas el muchacho”. Devuelto el micrófono sorbí mi copa y me dirigí al servicio con modélico paso (nota: ¿”modélico paso”?, que clase de gilipolleces escribo, recordar suprimir esos estúpidos adjetivos) atravesando todo el pub para que todos me pudieran admirar.
Al salir del servicio me abordaron dos muchachas. Una era morena y la otra también.
- Semos las de la despedida.
Intuí que eran de la despedida de soltera porque me lo acababan de decir, yo siempre he tenido mucha intuición. Además una de ellas llevaba una gorra con una polla en la visera y en la parte de atrás ponía “despedida de la Vane”.
- Lo suponía.
- Resulta que mi prima - hablaba la morena - se casa el fin de semana que viene y estamos de despedida de soltera.
- Eso ya lo has dicho antes.
- El caso es que a mi prima Vane le gustas, y como se casa, vamos pensado que... como le gustas... pues preguntarte si te gusta a ti también, porque a ella tú le gustas.
- Ay, vámonos Sole, que me da mucha velgüenza - decía la otra morena.
- Tu calla, tonta, que contra más lo pienses más peor es. No le hagas caso, - dirigiéndose de nuevo a mí - es que le gusta de bromear.
La morena se fue y se quedó la morena, la morena Vane, la morena velgonzosa, la morena que se casaba, la que... (nota: quizá debería ser una rubia y otra morena). Tenía aspecto de haber bebido un poco (nota: sería mejor que no hubiera bebido para que quede de manifiesto lo zorra que es sin escudarse en su embriaguez). Llevaba un vestido negro con adornos de lentejuelas y me pareció que iba sin sujetador. Estaba bastante buena. Comencé a charlar con ella despreocupadamente.
Hablar, lo que se dice hablar, hablamos poco porque entre su sintaxis y su vocalización era difícil entenderse, pero cuando entré de nuevo al baño, ahora junto con ella, lo que menos me importaba era Lázaro Carreter y mucho menos Vicente Tusón. La hice arrodillarse y comenzó a vocalizar ahora con mejores resultados. La chupaba con bastantes ganas, como si le fuera en ello la vida. Movía todo el cuerpo. Alargué mi mano y alcancé su vestido, comencé a tirar de él hasta que conseguí remangarlo y dejar al descubierto su culo. Lo balanceaba de un lado a otro mientras me repasaba la polla, lo movía como si buscara algo contra lo que apoyarlo o mejor aún: apollarlo, hasta que encontró el lavabo y lo encajó. Ahora no se movía de un lado a otro pero sí en un vaivén de subidas y bajadas, restregándose, sin descuidar su cena. Y allí estaba yo, con la espalda en la pared, con la Vane en los bajos empleándose a fondo y escuchando a través de la puerta a mi colega Aurelio cantar una de Amistades Peligrosas.
- Quitate los tirantes para que te toque las tetas mientras.
- Y , ¿por qué no, mejor, devés de eso, no me follas ya?.
A pesar de su gramática defectuosa la entendí bastante bien.
Me senté en la taza del baño y ella a su vez encima de mí. Se puso dándome la espalda de modo que mis manos amasaron sus tetas mientras la penetraba. Ella se movía y yo la dejaba hacer mientras disfrutaba del sonido que traspasaba la puerta: “Historias de amor- cantaba ahora Rogelio- ojos que miran con ilusiooooooón”. Era una situación muy romántica, los dos en el baño, follando, escondidos y escuchando OBK.
Se levantó, se dio la vuelta y volvió a encajársela cual Tetris. (Recordatorio: repasar la ortografía al final). Ahora estábamos frente a frente con la respiración entrecortada. Quería besarme pero yo evitaba su boca. Si pensaba que me iba a besar después de habérmela chupado iba lista, aunque yo siempre lleve la polla muy limpia. El tanga hacia un lado, yo directo hacia ella, sus senos en mi cara, su espalda arqueada mientras saltaba sobre mí queriendo que me metiera aún más adentro. Entonces recuerdo que terminó la canción. Los aplausos parecían premiar mis embestidas. La Vane seguía saltando con los ojos cerrados respirando cerca de mi oído. De pronto reconocí la voz de Txumari que había empezado a cantar. No había podido reconocer la música porque la Vane gemía, pero la voz de mi colega me llegó nítida.
Bailar de lejos no es bailar, ...”
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y no era un orgasmo. Me levanté raudo y veloz (¡como si se pudiera uno levantar "raudo y lento"!) de tal modo que la Sole se elevó conmigo. Salió desplaza hacia atrás con tan mala fortuna que al caer al suelo arrastró el lavabo con su nuca.
Allí estaba, sentada , el lavabo roto a sus espaldas, con los oídos sangrando y con espasmos estertóreos, y yo de pie, inmóvil, sin reaccionar.
“… es como estar bailando solos” -volví a oír a Txumari
Reaccioné. Veloz le toqué por última vez las tetas a pesar de sus convulsiones y salí corriendo mientras decía en voz baja “joder, joder, joder”


Atravesé corriendo el local. Apartaba a los viejos del Imserso casi e empujones. El tiempo corría más deprisa de lo que yo hubiera deseado y no parecía que avanzara en mi carrera. Jadeante llegué por fin hasta donde estaban mis amigos. Arranqué el micrófono de las manos de Txumari, todavía quedaba media canción. Respiraba nervioso y me costó trabajo cantar. Aún me preguntaba qué había pasado. A pesar de todo, canté mejor que nunca lo había hecho. Trataba, de alguna manera, de expiar mi pecado.
Cuando terminé todo el mundo aplaudía y hasta el camarero, que canta muy bien por Luis Miguel, me felicitó y me dio la mano, pero yo estaba aturdido y no disfrutaba el momento, sufría en silencio (nota: me recuerda a algún anuncio, comprobarlo). Palmadas en las espaldas, aplausos, algún beso que otro, alabanzas hacia mí y yo con el corazón encogido. Fue una de las peores noches de mi vida.
No se si algún día superaré lo que me pasó aquella noche, creo que lo que hice no permite indulgencia, jamás me perdonaré haber descuidado mi turno. Cuando pides una canción en un karaoke debes estar consciente y vigilante hasta que te llega la vez, con la garganta a punto, sin fumar, listo para cantar, pero yo no lo hice, me descuidé y por poco si pierdo mi oportunidad de lucirme. Mis amigos me están ayudando a superarlo y ahora lo llevo mejor, pero aun hay noches que me cuesta dormir recordando como Txumari cantaba en mi ausencia, por mi mala cabeza, y eso me atormenta.
(Nota: borrar todos las notas y recordatorios cuando entregue el escrito)
(Recordatorio: recordar el recordatorio anterior)

Granada. 2006. Ed. Praga. Col. Proyectos.

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