miércoles, 29 de febrero de 2012

HISTORIA DE UNA HOJA DE RECLAMACIONES. CAP. IV. Conato. (Francisco Marsó)

CONATO (4/5)
Tras mi llegada a tierras lusas pronto comencé mi periplo social asistiendo a tertulias literarias de poetas modernos, exposiciones de arte contemporáneo y ecológico y conciertos, siempre de jazz por supuesto, y también tomando cerveza en bares. (Nota: algunos de estos datos pueden no ser ciertos del todo). Suerte tuve de encontrar rápido y ligero a distintos emigrados españoles. Digo suerte porque los portugueses, aunque muy simpáticos y amables, tienen una densidad en la sangre tan alta que roza los límites permitidos por la OMS (Organización Mundial de la Salud, no confundir con la OMIC, Oficina Municipal de Información al Consumidor, sita donde ya dijera en el capitulo uno y tres) lo que los coloca en muchas ocasiones (y no entran en este grupo mi amigo Xavi, por ejemplo) entre dos niveles: la categoría de sosainas y la de sosainas de mierda. En este caso los emigrados españoles a los que hago referencia eran más concretamente "españolas" (a todas ellas las saludo si me están leyendo en este momento, también quiero aprovechar para saludar a mis padres, sin los cuales todo esto no habría sido posible, a mi familia, a mi amigo "El Chustas" al que espero le rebajen la condena por colabarar, a la virgen de las Angustias y a Jordi Estadella que nos mira desde el cielo).

Es el momento ahora, para el buen desenlace de este episodio, de contar y recordar, una de mis primeras salidas sociales, en las que por un motivo cualesquier, llamadle X, llamadle casualidad o llamadle como queráis, pero resultó que terminamos nuestro andadura nocturna en un bar en el que servían cervezas además de otras bebidas alcohólicas de diversa gradación.
Tras varias rondas de pagar las cervezas, me percaté de que cuando pedía mi buena amiga Uve Punto O Punto la daban ("laismo" cometido a posta hecha) los vasos de cristal y que cuando era yo quien pedía las cervezas me las ponían en vasos de plástico. Ligeramente, digamos achispado (o sea, carente de chispa de inteligencia), a la siguiente vez que me tocó en gracia ordenar una nueva ronda de consumiciones le pedí amablemente al cabellerete que las sirviere que tuviera la deferencia, que no la diferencia, de ponerme las bebidas en los recipientes de cristal que tenían destinados a tal efecto. Su respuesta me causó gran sorpresa: "están para os clientes". ¿Qué soy yo?, me pregunté a mí mismo. Sorprendido y ofendido tomé sin rechistar los vasos de plástico que me ofrecía pues lo que más demandaba en ese momento era mi ración de cebada fermentada. En ese momento, con el gaznate ya más calmado me dirigí a mi otra gran amiga, Eme Punto A Punto, y le pregunté si estaría dispuesta a acompañarme a formalizar una queja por escrito. Cuando llegamos a la barra, me dirigí al mozo y le dije:
- Duas imperiais e uma folha de reclamaçoes, se faz favor
Para quién no comprenda este precioso y complejo idioma que enamora sólo con su sonido diré que pedí dos cervezas de barril y una hoja de reclamaciones, por favor.
El garzón gachón me puso las dos cervezas y extrañado me preguntó
- Mas como é que quere a folha de reclamaçoes? ("pero ¿por qué quiere la hoja de reclamaciones?") - o algo por el estilo.
El resto de la conversación la continuo en español, ante las grandes dificultades que entraña la traducción de tan excelso idioma.
Yo, que apenas llevaba unas semanas en Lisboa y ante mi desconocimiento del idioma lusitano, me sentía respaldado por mi amiga, gran oradora en la mierda de lengua de Camoes.
- Porque pedí cerveza en vaso de cristal - respondí - y me has dicho que "es solo para los clientes"
El joven mancebo (valga la redundancia), sorprendido una vez más me contestó:
- No, yo no dije que eran "para los clientes" yo dije que era porque "estaban calientes".
Ante tamaña equivocación, mi apreciada acompañante y yo nos sentimos decepcionados. Ambos teníamos ganas de pendencia y nuestra bocas ya habían salivado preparándose para la carnicería, pero finalmente nuestro gozo quedó en un poso... de hiel. Abortado el plan, mi amiga se disculpó con el muchacho exponiendo que el malentendido se debía a factores tales como mi desconocimiento del idioma, la algazara, etc. He de añadir, para justificar el motivo de mi confusión, que no debemos olvidar que muchos portugueses cuando hablan en su lengua materna parecen hacerlo como si tuvieran una mierda, también conocida como zurullo o mojón, en la boca, lo que dificulta la emisión del mensaje así como su correcta recepción y decodificación.

Con todo, no penséis que me quedé conforme con la explicación de aquel pícaro granujilla, pues tan calientes estaban para ponerme las cervezas a mí como a cualquier otro. Además, pronto me percaté de que tenían un extraño invento del demonio, muy moderno, un prototipo quizá, de una cosa que otrora viera usar por camareros de varios sexos, razas y religiones, algo llamado "grifo con agua" (no sé el nombre común) que viene instalado de serie en los grifos de cerveza, y que en ocasiones se utiliza con el fin de aplicar un líquido elemento llamado agua (con una partícula de hidrógeno y dos de oxígeno, o al revés, no lo sé) a la par que enfriar el vaso. Por tanto, decidme: ¿malentendido o argucia lingüística del muchacho?

Lisboa. 2012. Ed. Morgana. Col. Fata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario