domingo, 4 de diciembre de 2011

EL PROCESO CREATIVO (Jean Pierre Passato)

He decidido escribir un cuento. Me temo que no va a ser una empresa sencilla, pero también estoy seguro de que lo conseguiré. No pido mucho, no quiero escribir "El Cuento", tampoco pido un cuento que maraville, porque soy consciente de mis limitaciones, me conformo con un un cuento pasable, razonable.
Bien, el primer paso está dado: estoy decidido a escribirlo. Siguiente paso: hacerlo.
Quizá debería ser menos impulsivo y dejarlo para mañana. Imposible, soy como los niños: "quiero eso y lo quiero ahora", y bueno, supongo que si lo quiero ahora tendré que obviar que son las dos de la mañana y que mañana hay que trabajar.
Veamos, veamos, Lewis Carroll, vale, no es un cuentista pero me puede ayudar, Cuento Español Contemporáneo, ¿dónde lo puse?, Borges, de acuerdo, Chejov, anda que no tiro alto. Supongo sé si quiero escribir algo medianamente decente, teniendo en cuenta mis carencias debo fijarme grandes modelos, no voy a fijarme en aquel compañero de 6º que escribía tantas redacciones, con lo cual Chejov me sirve, junto con Hemingway, Hoffman y... qué tal algo más moderno como Raymond Carver.
Estoy tumbado leyendo, hojeando, tomando notas. Reflexión: es muy incomodo tomar notas tumbado, la tinta del bolígrafo, gracias al extraño fenómeno de la gravedad termina por no llegar a la cabeza del susodicho y nunca escribe. Bueno, al menos tengo unas cuantas ideas para ir entrando en materia, ya solo falta encontrar el estilo que quiero utilizar y la historia que voy a contar. ¿Sólo falta encontrar el estilo que quiero utilizar y la historia que voy a contar?, si eso me parece poco, o estoy muy seguro de mí mismo o soy un gran ignorante. Probablemente sea lo segundo. Bueno creo que debería acostarme.
¡Mierda!, no encuentro el interruptor, se me acaba de ocurrir una cosa que... o la apunto o para mañana se me habrá olvidado. De nuevo apago y me tapo.
Ayer debí acostarme antes, tengo demasiado sueño como para "seguir" con el cuento. Me pongo frente al ordenador y miro el documento en blanco. Debería ponerme a escribir ya, lo que sea, ya irá saliendo, lo que pasa es que yo lo que quiero es un cuento, con sus principio, su nudo y sus cosas y para eso lo mejor es tener las ideas claras antes de comenzar.
¿Por qué me resulta tan complicado?, que tonterías pregunto, la respuesta es sencilla, porque no soy un genio. Para lo genios todo parece ser muy sencillo. Seguro que lo es. Aunque yo no estaba presente cuando escribían sus genialidades me lo imagino, para eso si me da la imaginación, para una historia completa no, pero para esas tonterías sí. Además si hubieran tardado lo que yo voy a tardar en escribir el maldito cuento no podrían haber escrito cosas como Guerra y Paz o El Quijote, a mi ritmo ni Matusalén hubiera sido capaz, luego para los genios esas cosas son más fáciles.
Vale, dejémonos ya de reflexiones estúpidas, al trabajo, a ver que puedo escribir.
Nada.
Si fuera todo tan sencillo como el soneto que mandó hacer Violante a Lope.
Ya se como voy a empezar: "Un cuento me manda hacer Violante". Mejor no, muy visto, olvídalo. Me temo que me pongo metas demasiado altas, quiero escribir algo que no me provoque vergüenza al darlo a leer, entrañable, que sea original, ya puesto a querer podría pretender escribir Las Mil y Una Noches, por pedir que no quede.
La pantalla sigue en blanco, he cambiado varias veces los márgenes, el tipo de letra, el tamaño, pero la pantalla sigue límpida, salvo por el polvo, porque nunca limpio el monitor. Con la mirada perdida en la blanca imagen del ordenador pienso en lo distinto que era antes escribir. Me refiero al hecho físico de escribir, porque antes era precisamente eso: más "físico". Antes recuerdo que me dolía la muñeca de la intensidad con la que me aplicaba sobre el papel, como queriendo aprehender el momento, tratando de estrujar la idea por miedo a perderla. Al día siguiente algunas frases eran casi ininteligibles, aunque para entonces ya daba igual, los folios se hacían pedazos entre las manos. Me recuerdo también tratando de rescatar alguno de esos girones de la papelera.
Pregunta a mi mismo: ¿terminarás...?, perdón, corrijo: ¿empezarás alguna vez el cuento?.
Respuesta a mi mismo: supongo que sí, el problema es que no se cuándo y lo que es peor no sé si lo terminaré.

Granada. 2004. Ed. Altos Vuelo. Col. Pedanterías.